Las casas isleñas guardan entre sus paredes y rincones
recuerdos de aquellos que las habitaron cuando el delta despuntaba sus primeras
historias – me gusta, cuando entro en una casa antigua, mirar si se conservan
en ella, objetos, alacenas, muebles, tratando de imaginar qué esconden.
En una de esas casas sucedió lo que voy a contar:
Una pareja que habitualmente disfruta del delta en una
propiedad que era de su familia estaban mirando y ordenando cajones estantes,
era de noche, una calma noche isleña a pura estrella…leían viejas recetas de su
abuela y sonreían recordándola…
De pronto golpes en la puerta. El clásico “toc toc” de un
llamado los sobresaltó, ella apagó la luz viendo asombrada que su pareja corría
hacia la puerta preguntando ¿quién anda? y trataba con movimientos torpes de
destrabarla y abrirla sin lograrlo-
Un poco después comprobando que nadie había y más tranquilos
comprendieron que “Doña Mercedes” que tantas veces había estado en esa casa,
trataba de decirle a su nieto que ahí estaba junto a ellos.
Al otro día cuando me contaron la historia y mientras crecía
mi asombro su nieto me describía un objeto de su abuela que colgaba en la
pared. Era un pequeño almohadoncito con flores de porcelana pegadas que eran
parte de un antiguo florero roto. Mi mente imaginó ese almohadón rojo y las
flores azuladas, violáceas – un rato después cuando me mostró el objeto era tal
cual con aquellos colores que imaginé –
Así comprendí que el espíritu de Doña Mercedes seguía
jugueteando entre nosotros en la claridad del día.
Los espíritus son energía, energía que trasciende a la
lógica-algunos creen, otros no-sin embargo parece que “lógicamente” son una
expresión más allá de la muerte
Malena